Señor Director.
Aunque no suelo coincidir con Daniel Matamala, esta vez debo reconocer que su diagnóstico es preciso: el Frente Amplio no solo ha fracasado en la gestión de gobierno, sino que ha dilapidado en tiempo récord el capital político, generacional e ideológico que decía encarnar. La generación del “relevo” se convirtió en apenas tres años en una caricatura de sí misma, sin liderazgo, sin proyecto y —lo más grave— sin convicciones.
Matamala acierta al decir que no es solo una crisis de nombres: es el vacío ideológico lo que queda al desnudo. Un Frente Amplio que prometía acabar con las AFP y termina fortaleciéndolas, que juraba refundar Carabineros y termina apoyándose en las FF.AA., que prometía transformar Chile y no fue capaz ni de ordenar su propia coalición. ¿En qué creen hoy? La respuesta es simple: en nada… o en lo que las encuestas digan.
(Columna publicada en La Tercera, el sábado 22 de marzo de 2025).
Pero la crítica no puede quedar solo en la añeja y tránsfuga casta política. Sería ingenuo pensar que esto es culpa de unos pocos. La verdad incómoda es que estos políticos no llegaron del espacio exterior: son reflejo de nuestra sociedad. Son producto de un pueblo que elige lo que le gusta ver en televisión, lo que suena bonito en TikTok o lo que “fluye” con la energía del día.
Por eso no me trago eso de que “el pueblo es sabio”. Más bien parece que muchos desconfían y hasta desprecian a quienes se muestran serios, responsables, con carácter, principios y capacidad real de liderazgo. En cambio, aplauden a mamarrachos con problemas de personalidad, que improvisan según el olfato del día, groseros, pachoteros, amantes del tarot y de la alineación de los astros, sin sentido común, sin respeto por la patria ni por la familia, y muchas veces, tan pillos como una gran parte de la sociedad que los elige.
Y si alguien duda de esto, basta con ver el carnaval de “sabios ciudadanos” que ya supera el medio centenar de inscritos para ser Presidente de Chile. Iluminados charlatanes, con el don de la palabra, que creen que sumar seguidores en redes sociales es sinónimo de liderazgo. Algunos con delirantes teorías conspirativas, otros con vulgaridades disfrazadas de sinceridad, y no faltan los patrioteros de ocasión, que abusan de palabras nobles como patria, soberanía o república. Un desfile de personajes tan variopintos como vacíos… y aun así, consiguen aplausos. Porque parece que para algunos, dirigir un país es tan fácil como caminar.
Como en todo grupo, siempre hay más de algún conocido, amigo y “excepciones”; por lo mismo no los puedo tratar a todos de charlatanes o mamarrachos. Para ellos, con todo respeto, si me dicen que es solo para reemplazar a Boric… bueno, ahí los entiendo. A estas alturas, a mí también me dan ganas. Casi cualquiera lo haría mejor, pero el cargo merece todo nuestro respeto y no es para cualquiera de nosotros. Por mucho y grande que haya sido el intento de este Gobierno, por desprestigiarlo, minimizarlo y banalizarlo, debemos recuperar la seriedad y formalidad que se merece el Sillón de O’Higgins.
Y si alguien duda de esto, basta con ver el carnaval de “sabios ciudadanos” que ya supera el medio centenar de inscritos para ser Presidente de Chile. Iluminados charlatanes, con el don de la palabra, que creen que sumar seguidores en redes sociales es sinónimo de liderazgo. Algunos con delirantes teorías conspirativas, otros con vulgaridades disfrazadas de sinceridad, y no faltan los patrioteros de ocasión, que abusan de palabras nobles como patria, soberanía o república. Un desfile de personajes tan variopintos como vacíos… y aun así, consiguen aplausos. Porque parece que para algunos, dirigir un país es tan fácil como caminar.
Como en todo grupo, siempre hay más de algún conocido, amigo y “excepciones”; por lo mismo no los puedo tratar a todos de charlatanes o mamarrachos. Para ellos, con todo respeto, si me dicen que es solo para reemplazar a Boric… bueno, ahí los entiendo. A estas alturas, a mí también me dan ganas. Casi cualquiera lo haría mejor, pero el cargo merece todo nuestro respeto y no es para cualquiera de nosotros. Por mucho y grande que haya sido el intento de este Gobierno, por desprestigiarlo, minimizarlo y banalizarlo, debemos recuperar la seriedad y formalidad que se merece el Sillón de O’Higgins.
Y aquí es donde quienes aún creemos en Chile —sin necesidad de partidos políticos tradicionales— debemos levantar la voz. No para pedir el regreso de los de siempre, sino para exigir una alternativa seria, valiente y coherente. Por eso hoy respaldo los principios del Partido Republicano, del Nacional Libertario, y del Partido Social Cristiano, en la esperanza de una unidad patriótica real, que no solo diga lo que el pueblo quiere oír, sino que haga lo que se debe hacer.
No basta con soñar con Kast o con Kaiser. Hay que exigirles coherencia, preparación y carácter. Porque Chile no resiste otro experimento adolescente ni otro disfraz de “centro moderado” con ambiciones personales como el de Matthei, que hoy pretende salvar a una élite política agotada, escondida en los salones de la vieja derecha.
Y no nos engañemos: el sector que la apoya sabe que está contra las cuerdas. Lo dicen —aunque no lo reconozcan— en sus propios gestos, discursos y columnas. Saben que Matthei es lo que tienen, pero no lo que querían. Saben que su relato acomodaticio y su inconsecuencia serán castigados por un electorado cada vez más exigente. Y saben que si pierden, se les derrumba el andamiaje de una vieja casta política que ha vivido entre el cuoteo, el pituto, y los favores cruzados entre política y empresarios.
El miedo es real. Lo vimos hace poco con el rechazo transversal —de izquierda a derecha— a la llamada “Ley Antipitutos” presentada por Kast en 2017. Una ley que tocaba la fibra de todo ese sistema de amiguismo, nepotismo y privilegios que gran parte de la ciudadanía detesta, pero que la elite política defiende con uñas y dientes. Porque saben que cuando llegan candidatos que no pertenecen a ese sistema, que son consecuentes con su historia y con sus palabras, les resulta cada vez más difícil bloquearlos… aunque lo intenten.
Chile necesita una nueva mayoría. No una mayoría de eslóganes ni de cálculos electorales, sino de principios y acción. Una mayoría que surja de la ciudadanía harta, pero también dispuesta a asumir su responsabilidad. Porque si seguimos votando como votamos, seguiremos cayendo como estamos cayendo.
Christian Slater E.
Un Patriota sin Partido Político.